Durante el periodo posterior a la Independencia, se sentaron las bases fundamentales del sistema educativo moderno en México, a pesar de los numerosos desafíos económicos, sociales y políticos que enfrentaba el nuevo país. Estas reformas, aunque de aplicación limitada en su momento, establecieron principios que hoy siguen vigentes:
Educación pública gratuita:
Se impulsó la idea de que el Estado debía garantizar el acceso a la educación sin costo, especialmente en el nivel primario. Aunque su implementación fue lenta, esta propuesta marcó el inicio del compromiso estatal con la educación como un bien público. Hoy en día, este principio se refleja en la gratuidad constitucional de la educación básica.
Enseñanza laica:
La separación entre Iglesia y Estado fue clave para establecer un modelo educativo independiente de la doctrina religiosa. Esto permitió introducir contenidos científicos, racionales y humanistas, que aún son pilares del currículum actual. La educación laica sigue siendo uno de los principios fundamentales del sistema educativo mexicano, asegurado por la Constitución.
Derecho universal a la educación:
Aunque en sus inicios la educación solo llegaba a ciertos sectores, se promovió la idea de que todos los ciudadanos, sin importar su origen o condición social, debían tener acceso a la instrucción. Este ideal evolucionó hasta convertirse en un derecho humano garantizado en la Constitución de 1917 y reafirmado en las reformas educativas más recientes.
Fortalecimiento durante el Porfiriato y la Revolución:
Durante el Porfiriato, se consolidó la infraestructura educativa y se promovió la enseñanza técnica. Más adelante, la Constitución de 1917 recogió los ideales educativos del siglo XIX, consagrando la educación como un derecho y estableciendo el deber del Estado de impartirla de forma gratuita, laica y obligatoria.
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